CAUSAS DE LA DEPENDENCIA EMOCIONAL
Falta de autoestima generada en la infancia
Las causas de la dependencia emocional se encuentran durante la infancia en la relación primaria del
niño con sus padres o personas significativas del entorno. Por diversas razones, bien sea por
dejadez, por abuso de autoridad o incluso por una protección extrema del niño, los padres no logran
infundir en el niño la confianza y la estima en sí mismo, que, de adulto, continuará buscando en los
demás.
Chantaje emocional durante la infancia: al dependiente emocional se le enseña de niño que se le ama
mientras cumpla con las expectativas que los padres o las personas significativas que le rodean
tengan sobre él. Cualquier intento de afirmarse o de demostrar su individualidad por parte del niño es
reprobado o castigado. Sus alas se cortan y el dependiente emocional aprende rápido a no crear
conflicto o a no molestar para asegurarse el afecto que necesita.
Manipulación y sentimientos de culpa: mediante la culpa se manipula al niño a que mantenga la
actitud deseada. Es frecuente oír a madres que se lamentan de múltiples dolores que achacan al
“disgusto” que le han dado sus hijos o sus maridos y es frecuente oír sentencias en un tono
desproporcionado de padres autoritarios a sus hijos como “calla y obedece”, “aquí se hace lo que yo
mando”, etc...
Fallos en la construcción de la autoestima: La autoestima del niño así como su capacidad para estar
solo se construyen a través del reflejo, del espejo de la confianza que sus padres le otorgan. El niño
que tiene fallos durante esta etapa porque recibe mensajes contradictorios sobre su capacidad por
parte de los padres no logra interiorizar esas cualidades y necesita que el adulto esté siempre a su
lado para sentirse seguro.
La dependencia emocional se origina en la niñez por no ser amado de forma apropiada por las
personas más significativas para el niño: sus padres, hermanos o las personas más cercanas, lo que
le genera una baja autoestima. Se puede acrecentar durante el período escolar (a no ser que el niño
tenga la suerte de estar rodeado de excelentes educadores) y durante la adolescencia. Ya de adulto
el dependiente emocional recrea situaciones en las que asume un papel sumiso intentando siempre
complacer a los demás con el fin de mantener el vínculo con los otros a toda costa y evitar así un
posible rechazo que teme con pavor.
Es fácil mantener y alimentar la dependencia emocional toda una vida si uno carece de la lucidez
necesaria para no dejarse impactar por las expectativas creadas por el sistema y la sociedad con las
que le bombardearán a través de los medios de comunicación y la publicidad. A fin de cuentas, los
dependientes emocionales suponen para el capitalismo unos clientes magníficos que nutrirán, entre
otras, a la industria quirúrgica, cosmética, farmacéutica, textil, alimenticia...
El dependiente emocional acepta desprecios y maltrato como algo normal y tiende a sentirse atraído
por personas que aparentan una gran seguridad en sí mismas y que tienen una personalidad
dominante. Desafortunada mente, el dependiente emocional no ha conocido lo que es el amor
genuino entre dos personas que se respetan y se intercambian afecto, tiene dificultad en tomar las
riendas de su vida y espera que aparezca esa persona especial que le hará feliz y acabará con su
soledad y angustia vital.
Una vez encontrada esa persona especial la relación tiende a deteriorarse y a polarizarse: el
dependiente emocional no se respeta a sí mismo ni se afirma por miedo a que la relación se rompa y,
si lo hace, se siente automáticamente culpable, lo que le hace disculparse en seguida y no
mantenerse en su lugar. Por un lado esta conducta le convierte en una víctima fácil del abuso de otro
y, por otra, le crea un gran resentimiento contra sí mismo porque sabe que en el fondo no se está
respetando. El resentimiento y la acumulación de ira no expresada, junto con los frecuentes
sentimientos de culpa que alberga son los ingredientes que alimentan su baja autoestima y su
tendencia a la depresión. La relación se convierte así en una verdadera adicción para el dependiente
emocional, en espera de un nuevo “chute” que le haga salir de su desasosiego.
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